El puzle de nuestras vidas by Priscila Serrano

El puzle de nuestras vidas by Priscila Serrano

autor:Priscila Serrano [Serrano, Priscila]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-11-11T00:00:00+00:00


Capítulo 21

Después de limpiar el estropicio de toda la cocina, se pusieron a preparar el pan de maíz. Luke escuchaba a Alana atentamente y ponía cada ingrediente tal y como ella decía. Summer terminó de batir y luego lo ayudó. Ya solo faltaba el ingrediente secreto. Luke quiso saber cuál era, pero ella no se lo daría tan fácilmente. Se acercó a la nevera para sacar la crema de maíz. Siempre tenía un bote con la cantidad correcta de cada pan y, aunque no era un ingrediente que pusiera todo el mundo, ella lo hacía y era lo que le daba ese toque diferente.

Ella sonrió echándolo sobre la masa, pero él no podía mirar más allá de sus ojos. Alana se sonrojó cuando se dio cuenta de que estaba siendo observada; aun así, siguió.

—Listo, ahora al horno —anunció cogiendo el molde donde ya habían puesto la masa.

Luke agarró el molde por encima de sus manos y ella lo miró extrañada.

—Creo que soy yo quien tiene que ponerlo en el horno, ¿no crees? Si no, no voy a aprender nunca.

—Bien visto.

Le dejó hacerlo solo y lo metió dentro para después programar el tiempo de hornear. Mientras tanto, ella sirvió tres vasos de zumo y se sentaron al lado de Summer. La niña quería ir a jugar, así que se bebió el zumo y se fue a su habitación. Se quedaron solos, después de todas esas miradas, de ese beso que aún no eran capaces de olvidar, de todos esos roces que los volvían locos… Después de todo eso, volvieron a quedarse solos y no sabían cómo actuar.

—Tengo ganas de besarte —anunció Luke sin perder más el tiempo.

Alana abrió los ojos sorprendida y deseosa de que así lo hiciera. Ella también deseaba volver a probar sus labios.

—¿Qué te lo impide? —preguntó con una sonrisa ladeada.

—El miedo, ¿tal vez? No sé. Puede que tu madre vuelva a pillarnos. —Soltaron una carcajada.

Ella se levantó para sentarse justo al lado de él, tan cerca que solo con un pequeño movimiento sus labios se encontrarían de nuevo.

Luke acercó su rostro al de ella, mirando cada detalle de su rostro, aunque le costaba horrores dejar de mirar sus ojos, se perdía en ellos. Alana subió una mano hasta su incipiente barba y la acarició, provocando un escalofrío en él. Sus labios cada vez estaban más cerca, solo faltaban milímetros para que se unieran y, justo cuando se iban a besar, sonó el móvil de Alana anunciándole una llamada.

—No puede ser —se quejó él suspirando—. Seguro que es tu madre.

Alana cogió el móvil y le enseñó a Luke la pantalla: era su madre. Se rieron a la vez que descolgaba el teléfono.

—Dime, mamá.

—¿Pasa algo? Te noto muy risueña —se interesó con más ganas de cotillear que otra cosa.

—No, no pasa nada. Dime, ¿necesitas algo?

—¿Sabías que hay un concurso de baile también? —Alana no pudo aguantar la risa, no se esperaba que la hubiese interrumpido solo por eso—. Alana, deja de reírte. ¿Qué te pasa, niña? Desde que tienes mariposas en el estómago, estás más loca de lo normal.



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